Tu alimentación convencional será con toda seguridad alta en colesterol, azúcares sencillos y productos de origen animal. Debería erradicar el consumo de grasas saturadas, aumentar el de los ácidos grasos esenciales y el de frutas y hortalizas crudas, así como el de verduras, para elevar el nivel de fibra dietética. La medicina está convencionada en que el aumento de este último nutriente contribuye de forma positiva a la consecución de un buen estado de salud.
La fibra es la responsable de aumentar el volúmen del bolo alimenticio en el intestino, y también de ablandarlo al incrementar la cantidad de agua retenida en él. Todo esto propicia una disminución de la tension intestinal y del tiempo que las toxinas inherentes a las heces permanecen en el cuerpo, aumentando el contenido de las bacterias “amigas” que te protegen de las infecciones. También es posible reducir el número de calorías absorbidas en cada comida, mientras que aseguras que el resto de ellas se asimilen lentamente. Una dieta equilibrada debe basarse en el consumo de alimentos enteros. Los refinados estan desprovistos de buena parte de la fibra y los nutrientes que la acompañan, reduciendo de manera considerada la capacidad alimenticia, y la facilidad con que lo digieres. Las frutas frescas, las verduras y las hortalizas son necesarias en cualquier dieta.
La carne y el pescado fresco, deberían sustituir a los alimentos envasados, congelados, o enlatados; evitando así el consumo indiscriminado deconservantes, colorantes, aromatizantes, etc. que acompañan inevitablemente a la mayoría de ellos. Muchos de los procesos usados para conservar este tipo de alimentos, pueden originar una pérdida notable de nutrientes. Intenta siempre que sea posible, elegir alimentos frescos y de origen local, tienes que tener en cuenta que un largo almacenaje o transporte puede influir de forma negativa en la conservación de su poder nutricional.
Hay que diferenciar tres grupos esenciales de macronutrientes: Las Proteínas, Las Grasas, y Los Carbohidratos de Carbono, que deberías distribuir en función de tus necesidades plásticas y energéticas. Cuando tomamos como referencia un individuo sometido a un esfuerzo considerable de regeneración de tejidos musculares, no podemos obviar la necesidad de proporcionarle un notable porcentaje de sustancias proteícas que podría muy bien alcanzar el 35 o 50% de tus necesidades calóricas. Otro cálculo, quizas más específico se realiza en base al peso corporal magro del sujeto estudiado. Adjudicándole, en relación a dicho peso, una cantidad determinada de Proteína que podría quedar situada entre dos y cuatro gramos por kilo de masa magra al día.
Debemos ser rigurosos en la aplicación de esta pauta, ya que sobrevalorar la importancia de este principio inmediato y cargar al organismo con un sobreexceso, puede que lo transforme en una costosa fuente energética que bien se acumule en tejido de reserva, o sea eliminado de manera inmediata. Del mismo modo, si habitualmente consumidos cantidades exageradas, el hígado y los riñones sufrirán las consecuencias al producirse un aumento del nivel de ácido úrico. Los Glúcidos son otro nutriente vital para los requerimientos del individuo sometido a trabajos de tipo muscular. De ellos obtendrás la mayor parte de la energía adecuada para llevar a buen termino tus entrenamientos, sin necesidad de malgastar esa otra sustancia tan vital y necesaria para tus propósitos como resulta ser la Proteína. Con ello aumentará también la cantidad de fibra que es vital para mantener en óptimo estado tu salud.
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